Cuenta la leyenda que, en una fase de la construcción del Real Monasterio, muchos trabajadores dejaron de recibir sus salarios, pero nadie se atrevía a decirselo al Rey.
Juan de Herrera, conocedor del funcionamiento de la sala, decidió aprovechar la acústica de la estancia para hacer llegar al monarca su petición. Aprovechando una estancia de Felipe II en la sala se acercó hasta un lugar alejado y susurró: “Majestad, no está bien que los trabajadores lleven dos semanas sin cobrar”. Felipe II, sorprendido por la voz, sin origen preciso, preguntó, “¿Quién osa hablar así al Rey?”. A lo que la voz respondió…“El Ángel de la Guarda de los laborantes”.
Este hecho hizo que el rey abonara todo los pagos pendientes y volviera a demorarse a la hora de pagar.